«Ni de coña», práctica escénica desde la acción danzada con el
Colectivo Las Kellys – Carlota Mantecón y Sara Reyes/ Vehiculado por Jordi Claramonte
Ni de coña habla en lenguaje del cuerpo, habla desde los cuerpos. Oprimidos, gloriosos, saturados, ligeros, pesados, doloridos y emancipados. Ni de coña surge como un grito, como un giro sobre los talones, como unas manos que se alzan a lo alto, como un pecho que decide expandirse.
Esta iniciativa responde a la urgencia de nuestro tiempo, a la decisión de actuar. Responde a la respuesta, a la movilización.
Se trata de una práctica de investigación escénica, un dispositivo que se define en la acción, en las acciones concretas. Es una opción entre muchas que nos acerca a las diversas y comunes realidades del colectivo y más allá de él. Es un espacio de relación que se enfoca más que en lo que hacemos, en los modos de hacer eso que hacemos. Esta práctica de investigación corpórea es el punto de partida para encontrarnos en un espacio de pensamiento y de cuerpo diverso y común, para poner en valor eso que hacemos y para acercar el pensamiento al cuerpo.
Situarnos en términos de práctica escénica es la decisión de poner en valor tanto los cuerpos amateurs de las camareras de piso como de cuestionar los criterios artísticos mismos de la danza. Abriendo juntas este espacio común investigamos los modos posibles de hacer, de mover, de mirar, de estar. Desde las acciones mínimas (O. Cornago) como caminar, mirar, escuchar, desear, imaginar, queremos trasladar nuestros deseos al cuerpo, acercarnos con sutileza a nuestros presentes. Pretendemos abrir así un espacio común regido por otros códigos, de mayor intuición, espontaneidad y cuidado, ante la inmensidad, atrocidad y violencia de nuestras esferas de vida, laboral y vivencial. Desde estas acciones mínimas, tomamos también decisiones, tan importantes como las demás, sobre dónde queremos estar y cómo queremos situar nuestros cuerpos en el espacio.
Creemos que el acto performativo responde bien, en palabras de Chantal Pontbriand, a la necesidad de avivar situaciones que se perciben como durmientes. Con esta práctica hemos querido despertar de otro modo, quizás de manera más sigilosa y afinada, quizás más sutil. Creemos que hay en el silencio un germen potentemente transformador, capaz de acallar la inquietud y desmesura de nuestras vidas cotidianas. También es la oportunidad de detenernos a pensar desde dónde y cómo nos movemos, resignificando nuestra manera de estar en el mundo.
(La acción como principio de la creación.)
Entender la autonomía modal (J. Claramonte) es quizás tomar la iniciativa de abrir espacio a superar los contextos artísticos apropiados y soberanos que neutralizan la posibilidad de que lo que está ahí salga de su campo asignado. «La autonomía o es contagiosa o deja de ser autonomía para convertirse en privilegio». Traer a las Kellys a un congreso de filosofía de la danza es creer estas palabras firmemente, es asumir que el arte sirve para algo, es confiar en que las barreras entre el arte y la vida son tan difusas como inexistentes.